Cuando uno se pierde o se equivoca de camino, ¿cuáles son los pasos básicos para encontrar su destino?
Este sentido de estar perdido no se limite a nuestra ubicación geográfica sino que también podemos llegar a estar así espiritualmente, emocionalmente, etc. ¿Has experimentado un momento de sentirte perdido así?
Si hay tiempo, muestra tu mapa de fe al grupo y explícalo un poco.
La semana pasada hablamos de la fe, que es el primer paso en seguir a Jesús. La fe nos lleva a creer no en una causa ni religión, sino que en alguien, en Jesús resucitado, como descubrimos en el plan de lectura. Al responder a su amor por nosotros en la cruz nos lleva a seguirle, lo que implica alinear nuestras vidas, acciones, y pensamientos (todo lo que somos) con su plan para nosotros. Implica un cambio de rumbo.
En el pasaje de hoy, la llegada del Espíritu Santo en Jerusalén después de la ascensión de Jesús genera tanto ruido y asombro que la gente no sabe lo que está pasando. Hasta algunos pensaban que las personas estaban borrachos a las 9:00 de la mañana al ver a ellos hablar en lenguas. Pedro, quien antes había negado a Jesús, ahora explica a la multitud con una prédica que cambiaría las vidas de muchos.
22 »Pueblo de Israel, ¡escucha! Dios públicamente aprobó a Jesús de Nazaret[d] al hacer milagros poderosos, maravillas y señales por medio de él, como ustedes bien saben; 23 pero Dios sabía lo que iba a suceder y su plan predeterminado se llevó a cabo cuando Jesús fue traicionado. Con la ayuda de gentiles[e] sin ley, ustedes lo clavaron en la cruz y lo mataron; 24 pero Dios lo liberó de los terrores de la muerte y lo volvió a la vida, pues la muerte no pudo retenerlo bajo su dominio.
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32 »Dios levantó a Jesús de los muertos y de esto todos nosotros somos testigos. 33 Ahora él ha sido exaltado al lugar de más alto honor en el cielo, a la derecha de Dios. Y el Padre, según lo había prometido, le dio el Espíritu Santo para que lo derramara sobre nosotros, tal como ustedes lo ven y lo oyen hoy.
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36 »Por lo tanto, que todos en Israel sepan sin lugar a dudas, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, ¡Dios lo ha hecho tanto Señor como Mesías!».
37 Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles:
—Hermanos, ¿qué debemos hacer?
38 Pedro contestó:
—Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. 39 Esta promesa es para ustedes, para sus hijos y para los que están lejos,[i] es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.
40 Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».
41 Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.
42 Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor[j]), y a la oración.
¿Hay algo que te sorprende de su significado?
¿Qué pensabas del pecado antes?
Tomando en cuenta el pasaje y este idea, ¿cómo entiendes la frase de hechos de "arrepentirse de sus pecados" en tus propias palabras?
8 Si bien los entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di cuenta de que por un tiempo mi carta los había entristecido. 9 Sin embargo, ahora me alegro, no porque se hayan entristecido, sino porque su tristeza los llevó al arrepentimiento. Ustedes se entristecieron tal como Dios lo quiere, de modo que nosotros de ninguna manera los hemos perjudicado. 10 La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte. 11 Fíjense lo que ha producido en ustedes esta tristeza que proviene de Dios: ¡qué empeño, qué afán por disculparse, qué indignación, qué temor, qué anhelo, qué preocupación, qué disposición para ver que se haga justicia! En todo han demostrado su inocencia en este asunto.
En resumen, el arrepentimiento no es solo sentirnos mal, como si eso fuera la meta de Dios. Sino que el arrepentimiento de Dios es algo que nos empuja más cerca a Él. Nos damos cuenta por dónde nos equivocamos, donde hemos pecado, y nos lleva a cambiar nuestro pensar que nos conduce a un cambio de corazón y últimamente a un cambio en nuestro actuar. El arrepentimiento nos alinea con el corazón de Dios, nuestro Padre Celestial. El bautismo es un símbolo potente que en parte representa nuestro arrepentimiento, pero también el arrepentimiento es algo que deberíamos practicar diariamente en nuestra relación con Dios.